Nuestra peregrinación de esperanza: Mensaje del arzobispo Vigneron con motivo del Jubileo de la Iglesia de 2025

30 de noviembre de 2024

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

“El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos que pronto van a ver, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (Lucas 4:18-19; ver también Isaías 61:1-2). Con estas palabras del profeta Isaías, Jesús inaugura su ministerio público como un tiempo sagrado, “el año de gracia del Señor”. Como católicos, santificamos el tiempo en la liturgia sagrada, cuando el pueblo de Dios se reúne para hacer adoración. En la liturgia, el tiempo sagrado puede incluso trascender los límites del espacio: Si no podemos asomarnos a la tumba vacía en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, sí podemos observar la luz de Cristo brillando en la oscuridad cuando se enciende el cirio pascual en la Vigilia de la Pascua y podemos escuchar la buena noticia “No está aquí. Resucitó” (Lucas 24:6) cuando se proclama el Evangelio.

En unas semanas, la Iglesia universal vivirá el inicio de un tiempo sagrado cuando el papa Francisco abra la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro de Roma y acompañe el Jubileo Ordinario del Año 2025. Desde 1300, las celebraciones jubilares no sólo han marcado el paso de los años y los siglos, sino que también han servido como tiempos sagrados en la historia de la humanidad en los que hacemos una pausa, oramos, buscamos el perdón del Señor y le alabamos por su gracia misericordiosa. El jubileo tiene sus raíces en el Antiguo Testamento, cuando Dios instruyó a los hijos de Israel a través de Moisés para que consideraran el año cincuenta como sagrado (Lev 25:10). El año jubilar bíblico era un tiempo sagrado en el que los israelitas, liberados de la esclavitud, proclamaban la libertad a los cautivos y el perdón a los deudores; la gente regresaba a la familia y a la patria como una forma de recordar que los lazos más sencillos de la vida son a menudo los más esenciales; y la gente renovaba su confianza en Dios dejando la tierra sin sembrar y confiando únicamente en lo que Dios les proveía (ver Lev 25:11-13; 20-22).

El tema del Jubileo 2025 es “Peregrinos de Esperanza”. Pedimos en la Plegaria Eucarística III que Dios “confirme en la fe y la caridad a su Iglesia peregrina en la tierra”. La fe nos da ya en esta época un anticipo de la clara visión de Dios que nos espera en la eternidad. La caridad nos permite vivir la vida del cielo incluso aquí en la tierra. La esperanza, por la que deseamos el cielo y confiamos en la promesa de Dios de vida eterna1[BH1] , nos convierte en una iglesia peregrina que viaja confiada hacia nuestro verdadero hogar. La esperanza nos permite que “fijemos la mirada en Jesús” (Heb 12:2). Las Sagradas Escrituras vislumbran la esperanza como “un ancla del alma” (Heb 6:19) mediante la cual nos “aferramos” a la promesa y juramento de Dios (Heb 6:18). Al elegir el tema de la esperanza para el año jubilar, el papa Francisco recuerda a la Iglesia con palabras de san Pablo que “la esperanza no nos defrauda, porque el porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón” (Rom 5:5).

La idea de una Iglesia peregrina es esencial para el espíritu del jubileo. Al abrirnos paso en el ajetreado mundo, las peregrinaciones nos ayudan a apreciar la belleza de la creación, a recordar la necesidad de silencio y recogimiento, a hacer amistad con los compañeros de viaje y a buscar a Cristo, que es el camino (Jn 14:6) y la puerta (Jn 10:9) a la vida eterna, en cada encuentro y situación. A diferencia de otras celebraciones jubilares en el pasado, las únicas Puertas Santas que se atravesarán son las que el santo padre abrirá en Roma. Sin embargo, en la arquidiócesis de Detroit, durante el próximo Jubileo 2025, ciertas iglesias servirán como lugares oficiales de peregrinación para que los fieles del sudeste de Michigan las visiten. En estos lugares de peregrinación arquidiocesanos, los fieles podrán rezar la oración oficial del Jubileo 2025 y unirse espiritualmente a todos los que viajarán físicamente como peregrinos a Roma. Por supuesto, si alguien de Detroit tiene previsto viajar a Roma durante el año jubilar, debería incluir en su itinerario la visita a una de las cuatro basílicas mayores de Roma.

Incluso sin una Puerta Santa que atravesar aquí en Detroit, me gustaría ofrecer unas palabras de aliento a los fieles de la arquidiócesis para que busquen una puerta específica en su iglesia parroquial que pueda ser un umbral para una nueva esperanza. Esta puerta particular es, por supuesto, la puerta al confesionario. Como peregrinos de la esperanza en este próximo año jubilar, oro para que todos los católicos encuentren esperanza acudiendo o volviendo al sacramento de la penitencia. ¡La confesión es uno de los mayores actos de esperanza que puede llevar a cabo un católico! Es confiarse plenamente a la misericordia divina de Dios. Dios está siempre dispuesto a perdonar: Pide, busca, toca y se te abrirá la puerta de su misericordia (ver Mt 7:7-8; Lc 11:9-10). Como escribí en Haz Llegar el Evangelio, “la reconciliación es una puerta abierta para su regreso. Ningún pecado es imperdonable, y por medio del sacramento, el abrazo del Padre y un nuevo inicio les esperan”2[BH2] . Un lugar donde la esperanza cristiana puede guiarnos en este año jubilar es hacia una confianza renovada en la misericordia de Dios en el sacramento de la reconciliación.

Un aspecto importante de las celebraciones jubilares que está relacionado con la confesión sacramental es la concesión de indulgencias. Dado que el pecado es una preferencia por el amor propio, deja tras de sí un apego enfermo a (o un amor desordenado por) las cosas terrenales, incluso después de haber sido perdonado. El Catecismo enseña que estos apegos terrenales pueden purificarse aquí en la tierra o después de la muerte en el Purgatorio3. La abundante misericordia de Dios es tal que quiere reordenar nuestros deseos desordenados incluso ahora. Así, una indulgencia es la absolución de la pena temporal (los efectos del pecado que perduran en nosotros) causada por el pecado. Una indulgencia nos libera de las ataduras terrenales con remedios celestiales, tales como oraciones, peregrinaciones, devociones y obras de misericordia. Durante el Jubileo 2025, los fieles pueden obtener la indulgencia plenaria, es decir, la absolución completa de la pena temporal debida al pecado, peregrinando a uno de los lugares jubilares designados en toda la arquidiócesis. Además de realizar la visita, también aplican las condiciones normales para obtener la indulgencia plenaria: tener desapego de todo pecado, incluso de los veniales; confesar los pecados en la confesión sacramental; recibir la Sagrada Eucaristía y hacer oración por las intenciones del santo padre (normalmente con un Padrenuestro y un Avemaría). La confesión, la recepción de la Eucaristía y las oraciones por el papa pueden (aunque no es necesario) llevarse a cabo en el lugar de peregrinación; pueden llevarse a cabo en cualquier otro lugar dentro de un plazo razonable (unos 20 días) antes o después de su visita. Mediante otras obras de misericordia y penitencia realizadas durante el año jubilar, los católicos pueden obtener la indulgencia plenaria.

El énfasis en la penitencia y las indulgencias durante el año debería ayudar a los fieles a entender la naturaleza comunitaria de nuestras celebraciones jubilares: la penitencia y las indulgencias sanan las heridas del pecado que afectan a todo el pueblo de Dios; la recepción de la Sagrada Eucaristía nos lleva a la comunión con Dios y entre nosotros, formándonos en el Cuerpo de Cristo; incluso las oraciones que se rezan en Detroit por el santo padre en Roma nos unen espiritualmente a él y a la Iglesia peregrina en todo el mundo. Mientras celebramos este tiempo sagrado de jubileo en la arquidiócesis de Detroit, tenemos otra oportunidad de actuar según la convicción fundacional del Sínodo ’16: obedecer al Espíritu Santo y ser convertidos por él en una banda de alegres discípulos misioneros. Obedecer al Espíritu Santo podría significar que aquellos que han estado lejos del sacramento de la penitencia permitan que el Espíritu, que toca a la puerta del corazón, les guíe a la puerta del confesionario; ser alegres discípulos misioneros podría significar que compartamos la buena noticia de un “año agradable al Señor” con otros, especialmente con los que tienen hambre, los enfermos, pobres, encarcelados, confinados en casa y los que están solos, invitándoles a caminar con nosotros, física o espiritualmente, como peregrinos de esperanza. Por providencia de Dios, el Año Jubilar 2025 coincide con el año del reavivamiento eucarístico en Estados Unidos que está enfocado en la misión. Este próximo año podríamos preguntarnos: ¿Cómo podemos llevar la buena noticia de la presencia real de Jesús en la Eucaristía a los que tienen hambre de él y a los que viven sin esperanza?

Al acercarnos al comienzo de este tiempo sagrado, recuerdo el ejemplo del beato Solano Casey, el portero del monasterio de San Buenaventura, que abrió sencillamente la puerta a tantos que buscaban la misericordia de Dios con humildad y esperanza. Inspirado por el beato Solano, “doy gracias a Dios por adelantado” por la misericordia que el Señor extenderá, por la esperanza que este nuevo año fomentará y por la alegría que este año jubilar traerá.

Sinceramente suyo en Cristo,

El Reverendísimo Allen H. Vigneron
Arzobispo de Detroit